viernes, 26 de octubre de 2007

RESPUESTA A ARTÍCULO DE OPINIÓN DEL DIARIO “LA NACIÓN” DEL SÁBADO 20 DE NOVIEMBRE DE 2007

Bajo el título “Legislando para la TV” la periodista Nilza Ferreira expone su opinión personal acerca de la Bancada de Diputados del Partido PATRIA QUERIDA sobre una conferencia de prensa que ésta había realizado para denunciar un hecho de CENSURA PREVIA por parte del Canal 9 contra un miembro de la Bancada.
Empezando su disquisición con más adjetivos que sustancia, y luego de calificar de “figuretis” (creemos se refiere a un afán desmedido de figuración) a los miembros de la Bancada del Partido PATRIA QUERIDA, concluye su argumentación citando una experiencia personal a la que no haremos referencia siquiera en el presente por carecer absolutamente de vinculación causal con la pretendida diatriba de la articulista.
Nos centraremos en la cuestión de la censura previa. La preocupación que aquí surge no se basa en los apelativos que como funcionarios públicos pueden adjudicarnos, puesto que tal eventualidad está prevista como uno de los riesgos de la propia función política. Lo que la situación así planteada nos revela es la absoluta indiferencia de la articulista hacia un hecho concreto, claro, conocido de censura previa.
La posibilidad que la misma tiene de escribir una columna de opinión en forma libre es un hecho loable hoy en día en nuestra sociedad y quizás tal situación no le permita un mejor entendimiento de lo que significan los peligros reales y presentes para el libre ejercicio del periodismo en el Paraguay y los atentados a la libertad de expresión que se multiplican en nuestra sociedad y en la región.
El ejercicio intelectual que realiza la periodista de reducir una denuncia solvente, realizada a través de una conferencia de prensa a diversos medios de comunicación, asumiendo comprometida y claramente las consecuencias de la misma, por parte un grupo político, a una cuestión de figuración mediática no sólo es una mera simplificación del problema, SINO UNA SEÑAL DE ALARMA PARA TODA LA SOCIEDAD.
Aceptar – por parte de un comunicador social – como “normal” el hecho de que los propietarios de medios de comunicación realicen a medida la “agenda del día” a partir de intereses económicos o sectarios, es consentir una conducta que viola no sólo un buen número de artículos constitucionales, sino que lesiona las bases mismas de nuestra convivencia democrática y republicana… Calificar como “disparate” – tal como lo realiza la articulista – al hecho de denunciar tal conducta, representa la aceptación de un totalitarismo mucho peor de lo que cualquier partido o líder político puede ofrecer: la conformidad de que ciertos propietarios de medios se constituyan en “censores” o “ciudadanos de primera clase”, capaces de comprender una compleja realidad que el “pueblo llano” no tiene derecho a ni siquiera conocer.
“Salir” o no en la TV (o en cualquier otro medio) es un elemento absolutamente secundario mientras exista un dedo apuntador que señala las “caritas lindas” (Nilza Ferreira dixit) que pueden hacerlo o no. Resulta vital encaminar la tarea política a combatir el hambre, la pobreza y la inseguridad – tal como correctamente afirma la articulista – pero es de igual o mayor importancia evitar sistemáticamente que esa casta de privilegiados “censores” decida el día de mañana NO DIFUNDIR tales noticias evitando que la sociedad siquiera se entere de tales cuestiones. Entonces… ¿A qué verdad servimos? ¿A la verdad de otros o a la que peleamos por conocer y difundir?
Alexis de Tocqueville al conocer “in situ” el entonces tierno proceso de emancipación de las colonias inglesas de Norteamérica afirmaba con meridiana claridad y con casi profético énfasis que "Mientras más observo los efectos principales de la prensa libre, más me convenzo de que, en el mundo moderno, la libertad de prensa es la principal y en cierto modo el elemento constitutivo de la libertad".
La exigencia que desde los medios se hace a la labor política es cada día mayor y es absolutamente correcto que así sea. Encontremos entonces comunicadores consecuentes con las exigencias proferidas y que encarnen también en su actuar las mismas actitudes valientes que de otros requieren.

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