miércoles, 12 de marzo de 2008

CAMBIA LO SUPERFICIAL.. ¿CAMBIA TAMBIEN LO PROFUNDO? por Sebastián Acha

El próximo 20 de abril alrededor de tres millones de paraguayos elegirán quién regirá los destinos de la administración del país hasta el año 2013.

Con un sistema presidencialista y sin ballotage, la gran expectativa se cierne sobre si podrá o no lograrse la alternancia luego de 61 años de gobierno del Partido Colorado. Luego de un fallido intento de una amplia concertación opositora, la separación que se dio en esta del Partido Patria Querida liderado por su hoy candidato a presidente Pedro Fadul (tercera fuerza política) y del PUNACE (Partido Unión de Ciudadanos Éticos) liderado por el ex General Lino Oviedo (cuarta fuerza), el bloque quedó conformado principalmente por el Partido Liberal (segunda fuerza política) y por varias organizaciones de izquierda bajo el nombre de Alianza Patriótica para el Cambio proponiendo como candidato al ex obispo Fernando Lugo. Este complejo entramado de oposición es acompañado por 14 listas de diferentes movimientos y partidos políticos que muy difícilmente puedan colaborar en la construcción de una mayoría parlamentaria.

El oficialismo colorado ha tomado sus previsiones y su reaseguro. A través del manejo absoluto que tiene sobre la Corte Suprema de Justicia, liberó a Oviedo de los procesos judiciales pendientes por el asesinato del Vicepresidente Argaña en 1999 y consiguió terminar de fraccionar el ya de por sí poco cohesionado arco opositor dejando al ex general con deudas a su favor y como aspirante a la máxima magistratura en representación de su partido político.

La grilla de candidatos se cierra con la candidata del Partido Colorado, que propugna por primera vez en sus 120 años de historia a una mujer, la ex Ministra de Educación, Blanca Ovelar.

Así las cosas el debate de cambio o continuismo que propone toda elección se ha polarizado principalmente entre la candidata colorada y el candidato que aparece como favorito en las encuestas, el ex obispo Fernando Lugo.

La discusión sobre modelos, propuestas y proyectos ha pasado a un segundo plano y el debate se centra sobre la inminente caída del Partido Colorado del gobierno central. Es un anhelo largamente buscado e intentado por la oposición que ha logrado desalojar al mismo de los gobiernos subnacionales más importantes: la alcaldía de la ciudad de Asunción en el periodo 1991 al 2001y el gobierno del Departamento Central desde el ‘93 a esta parte.

El debate a primera vista aparece como absolutamente coherente: fuerzas opositoras que logran una articulación en la lucha contra el partido hegemónico. Pero… ¿Estamos realmente ante un sistema de partido hegemónico? Los buenos observadores del proceso podrán notar que la primera minoría, el Partido Liberal, ha compartido espacios de poder junto con el Partido Colorado desde el año 1994 en donde se selló el llamado “Pacto de Gobernabilidad”. A través del mismo, se dividían las principales fuerzas políticas nacionales espacios importantes de la Administración Central, Poder Judicial, Justicia Electoral y la Contraloría General de la República.

A partir de entonces la responsabilidad por la postergación de los grandes proyectos de reforma económica, política, jurídica y de seguridad ha sido compartida por el Partido Colorado (a quien hoy con desesperación se busca desalojar del poder) y por el Partido Liberal (que es la columna vertebral del hoy proyecto opositor). Y esto se puede vislumbrar con el escenario político actual. Las discusiones sobre modelos de desarrollo, reforma del Estado, justicia e inclusión social e inserción de la economía paraguaya al mundo no han pasado de los discursos tradicionales y ortodoxos con el agregado de una fuerte reivindicación – por parte de todos los candidatos – de la “soberanía energética” de las binacionales Itaipú y Yacyreta. La práctica política, por el contrario, a un mes de las elecciones sigue siendo la misma: pactos políticos para ocupar pequeños espacios de la administración pública, liderados por la dirigencia del Partido Liberal y consentidos “amablemente” por el oficialismo colorado… nada ha cambiado en este sentido.

Es muy difícil asegurar qué tipo de cambio discutiremos el próximo 20 de abril los paraguayos. Si nos guiamos por las encuestas – que tampoco han estado muy precisas en sus vaticinios de las últimas primarias – el electorado se muestra ampliamente satisfecho con la sola caída del Partido Colorado. No existe mucha preocupación por lo que vendrá después y esto debido a que tampoco los medios de comunicación han colaborado con una discusión más profunda acerca de cuál será el derrotero a seguir luego de un gobierno de 61 años de un mismo signo político y que seguirá en plena vigencia desde la oposición. No se plantea un cambio de prácticas políticas, lo cual hace muy incierto el futuro desarrollo del Paraguay.

Quizás falte mucha información para tomar una decisión correcta y responsable. Un estudio realizado por una importante ONG local daba cuenta hace un par de meses que el 47,5% de la población votaría “por intuición” lo cual explicaría que tres de los cuatro candidatos en carrera representan los tres clásicos roles del caudillismo latinoamericano: la maestra, el militar y el sacerdote. O tal vez aún los paraguayos no hemos entendido que el problema no es patrimonio de un partido determinado sino de un sistema político que ha pervertido las prácticas de gobierno de manera tal, que los dos principales actores hoy en disputa no tienen la mínima posibilidad de cambiar las reglas de juego, sino de adaptarse trágicamente a ellas – al prebendarismo y clientelismo – y con la mejor de las sonrisas cambiar el color de las banderas de ayer y llamar a sus “amigos” de hoy a arriar la de los nuevos colores y ocupar las altas funciones que nuestro diseño constitucional reserva a los más aptos e idóneos.
Para superar la inequidad, el desempleo, la migración laboral, la exclusión y la pobreza América Latina y el Paraguay en particular no necesita solo un cambio de ropaje político que pueda vestir de “progresista” o “popular” de acuerdo a la ocasión. Necesitamos BUENOS GOBIERNOS, no solo con buenas intenciones que son absolutamente insuficientes, sino con programas, ideas y capacidades muy diferentes a las que ya conocemos y estamos acostumbrados a verlas fracasar. Falta muy poco para el 20 de abril y estas últimas virtudes aún no han sido tenidas en cuenta por la sociedad paraguaya. Ojala cambiemos lo profundo…

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